[URIS id=9868]
Utopía Carnavalera
por: Ulises V. Castro
Odio los tumultos, más de 5 personas en un ascensor son para mi un tropel. La tecnología me ha bendecido con libertad, ya que no terminaré en la cárcel tras entrar en locura y masacrar a los feligreses de la iglesia de San Benito, en Sucre por no dejar escuchar al cura. No conozco esa iglesia, pero tengo el derecho a conocerla algún día ¿o no? Y seguro, ese día, caigo en pecado. Soy así y por ser así hasta mi mamá me rechaza. No tengo la culpa de no tener un vínculo estrecho con la sociedad y que doña Segunda, mi madre, atestara la casa todos los días de visitas curtidas y de tufillo falso.
Esta columna no es acerca de mí, es acerca de todos. Soy un rechazado y lo digo con orgullo, gran parte de la población me detesta así no me conozca y yo los detesto a ellos sin conocerlos. A pesar de mi orgullo, acepto que he sufrido por la segregación y rechazo. Los polvos son caros y las noches, solitarias
Soy hijo de una sociedad machista. Mi papá ha cascado a más de una, aunque también vulnera a hombres sin que estos se den cuenta. Mi mama, alcahueta con su nombre, siempre le hizo el dos al viejo, hasta que este se fue… Nos dejó por un mejor futuro y no lo critico, a la vieja no se lo aguanta nadie.
Me gusta ponerme ropa de mujer, ese es mi pecado. Lo hago desde niño y desde niño he sido señalado. Por X y por Y, he tenido problemas con la ley. Por eso y a pesar de mis propios prejuicios tengo devoción por los carnavales.
Lea también: De cineastas hetero-flexibles y otros vicios cinematográficos
Esas fiestas son momentos extraños en especial en Colombia. En su furor todos somos como somos y no hay juicio, ni burla, solo risa y disfrute. Son instantes mágicos en donde nos expresamos y compartimos como seres humanos, nos aceptamos sin fijarnos en la apariencia, aquí solo importa e espíritu y el corazón.
Pero si este hombre odia los tumultos ¿cómo puede amar los carnavales?´porque ahí me aceptan, me quieren, me animan y me abrazan. De igual forma lo hago yo. A esos que miro mal de reojo e insulto en mi cabeza, los aplaudo, a ese que criticó cada paso que di siendo niño por mi swing amanerado, lo acompaño en la comparsa, a esa que me trajo al mundo, le confieso mi amor.
La época de carnavales en mi país es grata. Quisiera que los carnavales fueran eternos para así no odiar a los tumultos, sino amarlos por y para siempre. Quisiera que fuéramos capaces de aceptarnos un cualquier calle sin necesidad de guirnaldas ni trago corriendo por las aceras, quisiera que me vieran por lo que soy y no por como luzco, quisiera vivir en la utopía carnavalera.
Deja un comentario