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SEXO HIPERREAL: DE LAS FRÍAS PÁGINAS DE UNA REVISTA A LOS CÁLIDOS BRAZOS DE UN ANDROIDE

23 noviembre, 2017 by MallPocket Leave a Comment

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Por Iván Sandoval

La hiperrealidad sexual, ese mundo idealizado del sexo que nos crean los medios y la sociedad, cada vez utiliza más elementos tecnológicos para alcanzar simulaciones más perfectas; sin embargo, el concepto de la sexualidad que promueven es prácticamente el mismo que mostraban las revistas hace más de medio siglo.

Qué complicado es autosatisfacerse mientras se sostiene una revista. Tanto así que hace unos meses, cuando murió Hugh Hefner —el mítico fundador de Playboy—, muchos pidieron que en su epitafio se le reconociera ser el responsable directo de que cuatro generaciones enteras de varones fueran capaces de ‘leer’ revistas manipulándolas únicamente con su mano menos hábil.

Hef, como lo llamaban sus amigos, tenía claro que la mente masculina necesita estímulos visuales para que el cuerpo que la contiene logre alcanzar el éxtasis en soledad. En otras palabras, sabía que la masturbación y la pornografía no son más que la simulación del acto sexual, y que para simular a solas un acto que se practica al menos con otra persona, lo mejor es tener una ayuda en imágenes que contribuya a la evocación de ese otro. Por eso se inventó una publicación que no solo mostraba a viejas empelotas sino que además imponía un prototipo de mujer ideal (al menos para tirar) y promovía todo un estilo de vida entorno al sexo.

Lea también: Les presentamos una revista netamente sexy e impudorosa.

Ese mundo fantasioso creado por Hefner —y por tantos otros pornógrafos—, puede encajar dentro lo que el filósofo francés Jean Baudrillard denominó como Hiperrealidad, es decir, el imperio del simulacro, donde se impone el mundo creado por los medios sobre la realidad misma. Poniéndolo en términos entendibles para el pajuelo de a pie: la hiperrealidad sexual no es más que la idea del sexo y de la sexualidad que impone la sociedad y que vende la pornografía, que hace que resulte más placentero y más determinante masturbarse viendo las tetas de Pamela Anderson en un pedazo de papel o en una pantalla de ordenador que tener sexo con una mujer real.

EL LEGADO DE HUGH

A Hefner hay que reconocerle que a pesar de que no fue el inventor de la pornografía, tal vez sí puede ser considerado como el máximo promotor de la hiperrealidad sexual, pues fue él quien estandarizó a las rubias voluptuosas como ideal del cuerpo femenino, fue él quien construyó una mansión temática dedicada al sexo y, sobre todo, fue él quien supo convertirse a sí mismo en un ícono de la sexualidad. Es decir, es él el culpable de la puesta en escena que se evoca cada vez que se lía un pajazo.

Hoy esa hiperrealidad aún sigue vigente; sin embargo, el formato para empaquetar la pornografía que utiliza Playboy se volvió casi que obsoleto y la fría revista prácticamente desapareció de los anaqueles de los baños y de debajo de los colchones para darle paso a formatos más prácticos, discretos y amables para estimularse (desde los reproductores caseros de videocintas hasta los futuristas sexbots).

En conclusión, lo que ha cambiado en más de medio siglo de hiperrealidad sexual es la forma en que nos presentan esas imágenes idealizadas del sexo, que de fotos pasaron a video, más tarde a muñecas inflables, luego a la tercera dimensión; y ahora, a simuladores y hasta a androides. Formatos que, y no es un dato menor, poco a poco han ido minimizando la necesidad de utilizar las manos para sostener el inspirador material visual.

LA CADENA EVOLUTIVA HIPERREAL

Así como la aparición del pulgar oponible marcó un hito en la evolución humana y el inicio de la civilización, la liberación de las manos parece ser el siguiente paso evolutivo de la hiperrealidad sexual y el futuro inmediato de los dispositivos de simulación. No solo se trata de dejar libre la mano que se utiliza para manipular la revista, adelantar el video, sostener a la muñeca inflable o manejar las gafas de realidad virtual: el verdadero objetivo es dejar libre, incluso, la mano que milenariamente se ha utilizado para la estimulación genital.

Esto ha ido llegando “de la mano” de novedosos dispositivos tecnológicos, algunos creados para fines totalmente distintos, como los videojuegos, pero adaptados hábilmente por la industria del sexo. Así, en la actualidad podemos encontrar simuladores que corren en consolas de juegos de video y que pueden utilizarse poniéndose el mando a distancia (que puede vibrar) en la entrepierna. O un dispositivo que desde un teléfono celular, con la ayuda de gafas de realidad virtual y con una muñeca inflable, puede transmitir la sensación de tener sexo con la actriz porno de su predilección. Incluso, cada vez se fabrican androides o sexbots  más parecidos a los seres humanos y cuyos fabricantes aseguran que en el corto plazo podrán tener usos distintos al sexo, como la simulación de sentimientos. Pero todavía las manos no están totalmente libres.

Sin embargo, el dispositivo que amenaza realmente con revolucionar el medio es el eJaculator VR, el cual promete que quien lo use no tendrá que usar las manos en absoluto para alcanzar el orgasmo, pues este consta de tres piezas: un casco que provee la visión, un control remoto que se maneja con la mano pero que solo debe usarse para seleccionar la modelo y el escenario deseado y, lo más importante de todo, un ‘weareable’: una suerte de estuche donde se introduce el pene y el cual es el encargado de hacer toda la magia, pues simula los movimientos que muestran las imágenes y, dice su creador, hace que la experiencia sea extremadamente real, o sea hiperreal. Todo un avance tecnológico que; sin duda, debe hacer que el viejo Hugh se revuelque en su tumba al ver que la habilidad que tanto se esforzó en desarrollar en sus lectores prontamente no tendrá una utilidad real en este mundo de la simulación sexual.

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