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Por: Sergio Borja
Me imagino tal evento lleno de “degenerados de centro estético”. Es decir, plagado de esa gente que dura tres horas en la peluquería haciéndose esos peinados que dan la impresión de estar recién levantados (estilo Beto Cuevas), y que además usan chaquetas que parecen viejas y roídas pero que cuestan mínimo un millón quinientos mil pesos. Y que ojalá, para completar el cuadro, tengan pantalones entubados para dar ese toque vintage que da oír las canciones ochenteras de Madonna como “La Isla Bonita”, pero además manifieste esa faceta ecléctica y vanguardista que pretende tener Lady Gaga, que la monta de la diferente y única porque se pone chiros raros como si antes no hubiera existido David Bowie que en épocas con más censura sí se atrevió a ser arriesgado más allá de la pose.
Sería una fiesta llena esnobismo con personas que dicen ser aficionadísimas a esas cantantes porque se saben Material girl o Poker face. Casos análogos a la mayoría de supuestos fanáticos de Miguel Bosé que dicen vivir maravillados con el cantante porque se saben Amante bandido y la cantan a grito herido en cualquier fiesta de plancha y de resto no tienen ni idea de otra canción que haya sacado y ni siquiera conocen el nombre de sus álbumes, pero afirman que les encanta para tener un poco de aceptación social. Y obvio, si los invitados hablan de los conciertos que darán el par de divas del pop en Colombia dirán al unísono: “tenemos que ir”. Como si fuera una obligación con Dios. Como si el hecho de no ir a ver a la ya señora Madonna o a la freak de Gaga fuera penalizado con la muerte o con cortarle la lengua al impío que no asista.
Porque con artistas como Madonna, a la que “toca ver” sí o sí, pasa como con Gabriel García Márquez. Así sea por moda, la gente suele decir que todo lo que hacen es perfecto. Como si la cantante nunca hubiera tenido un descache como el álbum MDNA que obtuvo duras críticas por su floja calidad musical y terminó siendo una decepción en ventas o como si “nuestro” Premio Nobel jamás nos hubiera recomendado votar por Pastrana en unas propagandas para la presidencia por allá en los años noventa. ¡Todo se les perdona! Incluso hasta yo, con mi pose de no gustarme nada, admito que les perdonaría los pecados anteriormente enunciados si me invitaran a cualquier reunión en donde me dieran whisky y comida gratis, pero como sé que ninguno de los dos va a tener ese detalle conmigo, despotrico de ellos desde el privilegio del anonimato que tenemos los “don nadie”.
Otra cosa sucedería si yo fuera el encargado de la logística de la hipotética fiesta de Gaga y Madonna. Aprovecharía mi posición para invitar a seres tan especiales como el “Tino” Asprilla y Amparo Grisales. Al primero lo llevaría para acabar con la “chocolura” de Lady Gaga. Si ella se cree muy diferente montándola de la hermafrodita, quisiera ver su cara con la dotación del “Tino”: si es tan irreverente que se implante una así y le creo. A la segunda, le mandaría una invitación para enseñarle a Madonna cómo es una verdadera diva. Porque no nos digamos mentiras, a la tal “reina del pop” le falta mucho para alcanzar a nuestra deidad caldense: “Like a Virgin” jamás le llegará a los tobillos al éxito “En la Oscuridad” que alcanzó el top número 1 entre los primos, tíos y demás familiares de la actriz.
Es hora de que se le haga justicia a esa canción que los infames medios colombianos relegaron al olvido por no darle la difusión que merecía. Quiero una versión de la misma hecha por Gaga y por Madonna. Aunque no sé si Amparo se sienta indignada al oír su hermosa melodía en la voz de dos mujeres que no han dado la talla para ser jurado de “Yo Me llamo”, así sean un poquitico más famosas aunque no tan glamurosas (¡¡créame que lo de “glamurosa” no es ironía, créame!!). Si no fueran Amparo y el “Tino”, consideraría que esa sería una fiesta aburrida y como cualquier otra: llena de borrachos buscando sexo como sea.
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