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Los labios de Gray

30 noviembre, 2017 by Jorge Castillo Leave a Comment

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[URIS id=6776]

Por: Tomás Niño Paredes
@tomaco2000

“El amor es la respuesta, pero mientras usted lo espera, el sexo le plantea unas cuantas preguntas” – Woody Allen.

En el cementerio Père Lachaise, de la ciudad de París, se encuentran los restos de Oscar Wilde, célebre escritor irlandés del siglo XIX. Amado por su obra y repudiado en su momento por su orientación sexual, Wilde, hoy día, continúa siendo una gran celebridad entre los vivos. Hace un tiempo visité París y en una de mis caminatas nocturnas me acerqué a aquel camposanto.  

Una luz tenue acompañó mi recorrido. En medio de laberintos, un olor a humedad que salía de las fosas y la sugestión mental que generaba el tan solo pensar que allí se encontraban los cuerpos inertes, de villanos y héroes, encontré la tumba. A lo lejos vi a una mujer, de medio oriente, lo cual deduje por la burka que usaba. No quise interrumpirla, pues estaba meditabunda en frente de Wilde, así que no hice ruido; sin embargo, me quedé observándola.

Hacía frío y ella estaba completamente tapada, sus ojos gatunos, color miel, asomaban por el orificio de tela negra que cubría su rostro. Volteó rápido su mirada hacia mí y por un momento pensé que me había descubierto, pero la noche fue mi aliada y en una esquina aguanté taciturno. De una cartera de cuero, ella sacó un labial rojo, volvió a revisar a su alrededor, evidenciando un secreto.

Despacio, como el viento acaricia a los árboles en una noche de calor, reveló su rostro. Era muy bella y yo me sentía afortunado de ser uno de los pocos hombres que alguna vez la había podido ver. Con delicadeza tiñó su boca de rojo y le dio un beso intenso al frío vidrio que protege el monumento que esconde los restos de Oscar. Fue un momento eterno, sensual y placentero, pero no había terminado.

Ella no se cubrió rápido, dio dos pasos y se ocultó tras otra tumba. Con sigilo, me arrastré hasta poder quedar frente a ella. En la otra esquina de la tumba de Wilde, estaba besándose con un hombre blanco, alto y delgado. Sin intención, hice un ruido y ellos, en estado de alerta, se escabulleron entre lápidas. Quién sabe a dónde fueron, quién sabe qué más hicieron, pero de seguro, disfrutaron su momento.

Lejos de ser esta una anécdota de viaje, la historia me dejó varias reflexiones. Lo cerca que están lo sensual, lo erótico y lo mundano de lo prohibido y de la muerte. De acuerdo a Georges Bataille, escritor de la Breve Historia del Erotismo, la sexualidad humana está limitada por prohibiciones y el terreno del erotismo, es la transgresión de ellas.   

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En este relato, Bataille acorrala a la sexualidad y la pone bajo dos alternativas. La primera, es la de atenerse a las normativas de la civilización y la segunda, satisfacerse bajo la transgresión de las prohibiciones, llegando al erotismo. Más allá de hablar de pornografía, “libertad sexual” u otro tipo de tema banal, aquí llegamos a un punto en donde hay personas que ven más allá del sexo, en pro de una satisfacción común y consensuada. Sexy.

La sexualidad y el erotismo están en nuestras venas desde hace mucho tiempo. Hay documentos que resaltan pinturas rupestres, de las cavernas, donde los hombres tienen el pene erguido. Había conciencia de lo que significaba, de lo que se quería y de lo que se demostraba. El deseo era esencia del ser y aún lo sigue siendo. En ese punto, nos distanciamos del animal, tomamos un rumbo nuevo. Así que si le cuestionan el erotismo en casa o sus conversaciones de sexo, ya tiene cómo responder.

“El tormento frente a la actividad sexual recuerda, por lo menos en un sentido, el tormento frente a la muerte y los muertos”. Así lo dijo Bataille, y así lo dijo la mujer de la burka a su amante en aquel cementerio.

Los antiguos griegos realizaban un rito llamado ditirambo, una práctica con el fin de conmemorar al dios Dioniso o Baco. En ella, todos entraban en un trance y hacían todas las locuras que se les viniera en mente. Sexo, drogas, alcohol, y rock n´roll, pero del pasado, algo muy vintage y hipster para el momento. Lo interesante de esta práctica, más allá de la sexualidad, era la desconexión con la mente y el estado inconexo en el que entraban los hombres. El deseo lo era todo y había que darle su dosis de satisfacción.

Mucho más adelante, aparece en la pintura el erotismo, más exactamente en la Edad Media. Su lugar fue diseñado para hacer referencia al infierno ¿por qué? Porque los pintores de esa época trabajaban para la iglesia. Sé que no es una artista, pero ¿se imaginan a Esperanza Gómez trabajando para la Arquidiócesis de Bogotá? Pasando los símiles, los pintores de aquella época introducían la sensualidad bajo la condena, algo que cambió tiempo después, en el Renacimiento.

Los ricos de tan bello momento histórico, mandaban a realizar pinturas eróticas para tener a su disposición. Algo así como las personas que pagan hoy en día por porno. Tenían con qué y no se limitaban al resumen de pocos minutos que tienen las web gratuitas.

El poder del erotismo fue rompiendo barreras, la literatura se contagió y obras de escritores como Alberto Durero, Lucas Cranach o Baldung Grien, se ganaron un espacio en el oscuro mundo del sexo. Y luego, sin lugar a dudas, llegaría la leyenda del Marqués de Sade, quien estaría en la prestigiosa lista del índice de los libros prohibidos de la iglesia Católica.

“El cuerpo es el templo donde la naturaleza pide ser venerada”.

Así lo decía Sade y seguramente muchos comparten su pensamiento sin saber por qué o cómo. El erotismo hace parte de la vida, de nuestras historias, de nuestro vivir. Más allá de moralismos, la sexualidad es parte fundamental de la vida y en un planeta en donde sus habitantes no quieren traer más congéneres a la Tierra, es fundamental.

Pensando en el universo “Sexy” que en MALLPOCKET construimos, hice una tarea y fue pensar en cuántas conversaciones serias acerca del sexo he tenido con alguien que no sea mi pareja… Hice la misma pregunta a otros y su respuesta fue similar: el sexo, en el siglo XXI, es un tabú. Venimos de allí, pero mejor no abramos esa puerta, porque nos daremos cuenta del espejo del que venimos.

Pasando las artes clásicas, es imposible no llegar al cine, un medio que nos ha mostrado cómo se puede hablar de sexo, sin la necesidad de exhibirlo todo, un arte que ha reafirmado que una simple mirada, un roce de manos o una suave caricia, puede ser más sensual, que cualquier otro acto. Viéndolo de este modo, el erotismo y la sexualidad, son mucho más que el coito, que el acto, mucho más que Las 50 sombras de Grey, algo mucho más cercano a los labios de Grey, así bauticé a la mujer del cementerio.    

Películas como Erotikon, Ecstasy, Historia de O, la adaptación de Lolita de Kubrick, Último tango en París, las “contemporáneas” Mulholland Drive, Crash de Cronenberg, Match Point, y hasta Nymphomaniac, son muestra de ello.

Bien lo decía Irma, siendo portadora de la voz de Billy Wilder, en la película Irma la Dulce: “el amor es ilegal, pero el odio no. Puedes odiar en cualquier parte y a cualquier persona. Pero si quieres algo de ternura, un hombro sobre el que llorar, una sonrisa a la que abandonarte, tienes que esconderte en lugares oscuros como un criminal”.    

No hay un lado correcto respecto a la sensualidad o al amor, simplemente perspectivas que hacen viable lo que es el ser humano y en MALLPOCKET elegimos el mundo de lo sexy.

Filed Under: Central, Revista Secciones Tagged With: Gray, Labios

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