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Por: Jaime Espitia @jaimespitia
¿Se le queda el celular y siente que es el fin del mundo?, ¿se siente solo cuando no tiene datos?, ¿tiene delirios de vibración en sus bolsillos aunque dejó su celular en casa?, ¿su teléfono móvil guarda los secretos más íntimos de su vida? Si es así, preocúpese, usted va en camino de ser o es un posible esclavo de su smartphone.
En las últimas décadas hemos sido testigos del gran espacio que ha ocupado la tecnología, uno cuyo fin se supone es hacer más sencilla la vida del ser humano y tal evidencia es ratificada por el teléfono móvil, aparato que ha acaparado la mayor parte de nosotros haciendo posible comunicarnos de manera atemporal o directa con quienes queramos desde cualquier parte del mundo, acortando distancias con los que más lejos se encuentran y en algunos casos creando distancias con aquellos que más cerca están .
La dependencia por un dispositivo que hoy cuenta con todas las funciones que años atrás no hubiesen sido posibles es tanta que es usual escuchar a los padres diciendo a sus hijos frases como: “Chino, salga a la calle, vaya y juegue, conozca el mundo, no se quede pegado a ese celular” al ver cómo se inmutan al mejor estilo de The Walking Dead con ese aparatejo. Pero el celular no siempre ha sido como lo conocemos los millennials ––personas nacidas entre 1981 y 1995 que se hicieron adultas en el cambio de milenio–– como todo, ha tenido una amplia transición desde aquel primer celular en la década de los 40 cuando la empresa Motorola, motivada por la Segunda Guerra Mundial, fabricó el Handie Talkie H12-16, el cual utilizaba ondas de radio que no superaban los 60 MHz, ligando la historia de la telefonía celular a la evolución de la radio. De ahí hasta inicio de los 80 las compañías se dedicaron a mejorar el servicio de comunicación a distancia.
El camino a la esclavitud
(Diagramado como línea de tiempo)
Primera Generación (1G): Su primer teléfono fue el NMT 450 (Nordic Mobile Telephony, 450 MHz), fue desarrollado por Ericsson, una multinacional sueca, el cual usaba las señales de radio con frecuencia modulada. Para esta época aún eran aparatos enormes y pesados; sin embargo, significaban un gran avance dentro de la comunicación móvil, tiempo después las frecuencias de radio avanzarían a 900 MHz. Simultáneamente se desarrollaron sistemas como AMPS (Advanced Mobile Phone System) en Estados Unidos y TACS (Total Access Comunication System).
Segunda Generación (2G): Implementada a comienzo de los 90 y caracterizada por abandonar las ondas de radio para dar paso a la era digital de las comunicaciones, estaba estructurada en sistemas GSM (Global System for Mobile communications), cuya principal particularidad era la capacidad y mejora de la transmisión de datos y voz a una velocidad de 9.6 kbit/s. Es en esta generación donde se hacen famosos los Short Message Service (SMS), en pocas palabras olvídese de Whatsapp, Messenger o cualquier servicio de mensajería instantánea, usted al enviar un SMS no podía saber si la persona ya lo había leído o no.
Tercera Generación (3G): Su característica principal fue la ampliación del ancho de banda, es decir, hubo mayor potencia en la señal, mejoró el manejo de datos y se agregaron nuevos servicios que permitían comunicarse por videoconferencia. Además los dispositivos empezaron a contar con televisión, acceso a internet, descargas de archivos y la aparición de diversas aplicaciones, de cierto modo terminaron de facilitarnos y a la vez aislarnos de la vida real porque televisión + Internet = muerto viviente.
A su vez surge el predecesor del GSM, el Universal Mobile Telecommunications System (UMTS), el cual elevó considerablemente la velocidad de acceso a internet.
Cuarta Generación (4G): La tecnología 4G permite la transmisión de voz y datos a altas velocidades por medio de redes inalámbricas, esto indica que las redes 4G llevarán la conectividad a dispositivos móviles con una rapidez 10 veces mayor que las anteriores generaciones, así optimizando todo tipo de servicios, es como pasar de ver correr a Usain Bolt al superhéroe Flash. Si antes se quejaban porque no les cargaban los datos y tardaban en conectarse a sus redes sociales, o no podían descargar con facilidad los audios que les enviaba su amiga contándole sobre su nueva conquista o simplemente su videíto del Eh Eh Epa, Colombia cargaba por partes y le tocaba esperar unos segundos de más, ahora eso no será un problema, usted definitivamente no despegará los ojos de esa pantalla.
Hemos dejado de observar nuestro entorno al caminar para dirigir la mirada hacia el celular, no sería raro que empezaran a surgir rasgos físicos con similitud al jorobado de Notre Dame de tanto mantener la cabeza agachada. Somos “appdictos” y nomófobos ––miedo a salir de casa sin el celular, proveniente de la expresión inglesa no-mobile-phone-phobia–– pues según Telefónica Global Millennial Survey un 78% de los millennials en Latinoamérica posee un teléfono móvil, un 37% tablet, un 70% computador portátil y un 57 % computador de escritorio, el 88% tiene redes sociales. Además el 45% admite que no podría pasar un día sin su smartphone.
Bajo la dominación del celular nos hemos vuelto completamente sociales a través de lo virtual, olvidando el método presencial, en el cual surge cierta timidez de la que es posible despojarse en el mundo de las redes, porque es más fácil agregar a una persona que hablarle, es más sencillo opinar desde el anonimato. También surge una necesidad de perpetuar los momentos que vivimos a diario, pues al tener la capacidad de llevar este dispositivo consigo a cualquier parte vamos a querer mostrar todo lo que hacemos a los demás. Al mejor estilo de las viejas civilizaciones el celular saca su látigo y nos mantiene lejos frente a este, pues cuando nos quedamos sin internet pedimos de inmediato la clave del WiFi, si está a punto de descargarse salimos en búsqueda de un cargador o anhelamos llegar rápidamente a casa para poder conectarlo a la corriente, es como si estar sin el smartphone nos quitara la vida y dejaremos de formar parte de la sociedad, una en la cual las marcas entran en juego, pues el estatus es más alto acorde al precio y al logo de este.
El mejor consejo que puede ser recibido es que sea social pero de manera presencial, que su smartphone no sea más inteligente que usted, aproveche todos sus sentidos y no se deje consumir por su teléfono móvil, libérese de una de las formas de esclavitud del siglo XXI.
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