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Una semana escribiendo con emojis

12 marzo, 2018 by Jorge Castillo 2 Comments

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[URIS id=8693]

¿Cuántos mensajes enviamos al día? La pregunta realmente es qué tanto de lo que comunicamos lo hacemos vía un medio electrónico. Me di cuenta que todo a mi alrededor funciona vía WhatsApp sin importar el tipo de mensaje que quiera transmitir. Desde notificarle al jefe que voy llegando tarde, hablar con las personas que quiero o resolver trámites universitarios. Todo sucede en mi teléfono. Buscando otras opciones recordé el correo, donde paso el día entre recados, solicitudes y propuestas para culminar en mi diario virtual, mejor conocido como Twitter.

Como quién lee su libro favorito de nuevo me dedique a ver como escribo y me vi como la persona más aburrida del planeta. Así fue como empecé con un pequeño experimento: los emojis. Claro, no los invente yo, ni usted, pero quise probar mi comunicación entre caritas sonrientes, corazones y cohetes. Por una semana todos mis tweets terminaban con un emoji, cada conversación en WhatsApp incluía alguno de estos iconos de la cultura pop y hasta formaban parte de esos caption de Instagram.

Mi relación con los emojis había sido muy regular. El corazón rojo -uso más el de las cartas de Poker porque es más lindo-, una que otra cara sonriente y mi fiel copa de vino. Eso era todo, no había más y pensé que no necesitaba más. En una semana mis conversaciones se llenaron de escenarios, animales, nubes con rayos, y hasta pequeños muñecos haciendo ejercicio.

Nadie sospecho nada, todo parecía ir muy bien e incluso note una que otra amistad más cercana porque resulta que no es lo mismo decir te quiero que añadir un beso al final. Estos pequeños iconos que ya veníamos usando hace un tiempo con el “:-)” sirven para añadir un cierto tono al mensaje, capturar la atención y reescribir el juego. Tal cual así me sentí: reescribiendo el juego. Era la niña de corazones amarillos y estrella fugaces que decía exactamente lo mismo que antes pero con un plus.

Terminé leyendo sobre el visual thinking como aspecto positivo de mis amigos, los emoji. Es la batalla entre el lenguaje visual y la comunicación verbal. El visual thinking permite que a través de un emoji, o cualquier mensaje gráfico, activemos el pensamiento creativo. Pasé cinco años en la universidad escuchando que una imagen dice más que mil palabras, y aunque sea muy cierto, lo que hay qué preguntarse es ¿qué estamos diciendo? entre la calidad y la cantidad.

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El problema con los emoji es su incapacidad de relacionarse con los conceptos de las emociones. Ese mismo emoji puede significar muchas cosas para muchas personas y tenemos el ejemplo del famoso durazno con su una connotación sexual. ¡Un durazno, señores!

Algunos ya hablan de un lenguaje universal porque si estamos en China, nadie habla mandarín, quiere invitarle una cerveza a alguien, solo bastarían dos emojis y listo. Ya los emojis tuvieron una película, empresas trabajan en actualizaciones para añadirles movimientos en tiempo real, algunos formarnos parten de debates, (¿dónde coloca usted el queso en la hamburguesa?) y la tendencia parece seguir subiendo.

Estamos ante una moda que la usa su prima y su abuela por igual, eso es un factor inevitable. Luego de una semana, si me preguntan: ¿emoji o sin emoji? mi respuesta es sin emoji. Aun cuando me divertí y probablemente generé mayor cercanía, sentí que mis mensajes eran muy ambiguos e incluso podían caer en la mentira cuando en vez de decir lo que realmente pienso, resolví situaciones incomodas con un emoji.

Los invito a hacer el intento. ¿Cómo se lee lo que dicen? ¿Le hace falta añadir un poco de tono a sus mensajes o restarle un poco? Es nuestra naturaleza: comunicarnos, y cada día podemos hacer un pequeño cambio o experimento para perfeccionar nuestra comunicación. Solo así lograremos lo que queremos: con la palabra.

Filed Under: Crónica, Editorial Tagged With: Crónica, Emoji, Experimento, Redes Sociales

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