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De cineastas hetero-flexibles y otros vicios cinematográficos
por: Ivan Dario Hernández Jaramillo
Amo el cine queer, siendo un cineasta heterosexual me forme profundamente con el cine gay. Desde muy pequeño las 3 am me despertaba, siendo ya en Estados Unidos el cierre de las sesiones golfas que proyectaban con tanto entusiasmo Pink Flamingos, The rocky Horror Picture Show, y dedicaba toda la madrugada en descubrir y sumergirme en películas como Liquid Sky, la locura alienígena heroína dependiente, Bent, la obra maestra del género del holocausto nazi con un Mick Jagger travestido tremendamente magnético y un Clive Owen viviendo un amor transgresor para la época e indomable en medio de un infierno opresor y aterrador y que, pese a todo, se tatuaba en el alma como un amor que desde ese momento sentí inmortal para mis pupilas.
El cine gay me salvó la vida, me animó a dar rotundos gritos de independencia de pensamiento, de defender los ideales de un ser extraño sobreviviendo a un régimen destructivo que golpeaba y humillaba a quien pensara distinto. Fui siempre el outsider de los micro grupos de los chicos populares que, inconscientemente, iban descubriendo su hetero-flexibilidad en los inodoros,midiendose el pene,espiando en el orinal del lado. Eran los compañeros más violentos, luchaban contra sí mismos, creo que el cine gay los hubiera humanizado.
Hedwig and the Angry Inch llegó muy tarde, en el 2001, ya cuando no había más para luchar sino un último aliento para resistir ese mundo de cortas ideas. Qué revelador que es el cine,2001 pienso ahora, mi obra maestra de grandes revoluciones emocionales llegó en el año de ese sueño inmoral de Stanley Kubrick. Mi primer amor incondicional cinematográfico fue Hedwig, le sigo amando, aunque también le recrimino haber llegado tan tarde a mi vida. En los tiempos del muro de Berlín, Hedwig se sometió a un atropellado cambio de sexo para poder casarse con un soldado americano y seguir el primer amor de su vida. Su cirujano se durmió en los laureles y le quitó el pene, pero no le hizo la vagina, le montó una mueca de barbie de pocas pulgadas, le entregó el no sexo y la totalidad de los géneros, ya que, sin ser, lo pudo ser todo. Más tarde se enamoraría de un adolescente con sueños de Rock and Roll, un rockstar que le absorbió todas sus ideas,todos sus sentimientos, todas sus canciones y apenas lo dejó con la ira del amor defraudado. Qué reveladoras fueron las canciones Angry Inch, Acerca de la primera menstruación masculina involuntaria, o The Origin of Love, o ese tortuoso nacimiento de ese virus mortal tan necesario y curiosamente dador de vida, de olvido y de muerte llamado el amor.
Crecí y note que habia aprendido cosas más útiles para mi vida en el cine que en el colegio. Cómo odié el colegio, tanto que podría decir que los recuerdos más dulces de mi niñez fueron en los cines clubes y las tertulias cinematográficas en las filas de las funciones matinales a las cuales me escapaba. El magnífico universo femenino se me antojaba más apasionante en los vibrantes dramas de Almodóvar que en las relaciones humanas románticas cotidianas. Aprendí más del cine para la vida que en la escuela. Comprendí de la depresión que más tarde me atraparía con Las amargas Lágrimas de Petra von Kant.
Pude vivir bailando en contra de todos los pronósticos de la existencia junto a Billy Elliot, ¡Gracias Billy! Fui un mejor joven gracias a ti. Me aprendí a disfrazar con toda grandeza por el Doctor Frank N- furter, recibiendo así las miradas insolentes de quienes me darían los dulces más pequeños, pero tan deliciosos y satisfactorios como los de Un Desayuno de Plutón , alimentos gay llenos de color para ser un mejor hombre heterosexual, o al menos uno útil, consiente también de su feminidad, y capaz de entender mejor a las mujeres, como si las escuchara o les hablara Pedro o Xavier. El cine gay también me serviría para ser una persona más consecuente con los sacrificios,las contradicciones y las enormes razones de las mujeres, definitivamente para ser una mejor pareja, primero es mejor vivir en la piel de las mujeres de Almodóvar.
Gracias cine gay por criarme sin prejuicios, por mostrarme la dualidad que vive en todos nosotros, la certera y muy necesaria bisexualidad que nos compone como individuos, nuestra masculinidad complementandose en un orgasmo definitivo con nuestra feminidad. por vos, cine que golpea las conciencias prejuiciosas y asustadas, sobreviví a mi estado de no ser normal en un mundo deshecho por los normales, supe que no estaba solo en mi extravagancia y en la explosiva paleta de colores de mi temperamento cambiante. Gracias también por hacerme mejor amante heterosexual, con tus personajes llenos de problemas comprendí la importancia de mantener silencio y acariciar con la escucha y las miradas. Gracias por el amor hacia mi madre, y en ese apartado un abrazo a la mamá de Laurence Alia y a la de Louis en Juste la fin du monde. Cuanta dulzura también en Philomena de Stephen Frears. Por los amantes más ciertos que hay que saber agradecer también, a Emma y Adéle, y a Javier Bardem por haber, de una vez por todas, revelado que hasta es james Bond habita un lado gay.
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